La grada del Estadio Ciutat de València despidió los suyos con una cerrada ovación a la conclusión del duelo ante Osasuna de Pamplona, un aspecto que se puede interpretar como un evidente guiño y un sentido de reconocimiento de la masa social azulgrana hacia la gesta que está escribiendo un Levante que trufa su caminar por la competición liguera con 44 puntos cuando restan nueve partidos para cerrar el campeonato. El pálpito del enfrentamiento estaba muy reciente. Tan cerca, como los efectos de los goles obtenidos por la escuadra que prepara Mendiliar. El Levante acababa de descarrilar en el feudo de Orriols. Tuvo la posibilidad de reingresar en el duelo en varias ocasiones, pero chocó contra el muro que alzó Andrés en la meta y ante la mirada asesina y cruel de Raúl García, un especialista en encontrar agujeros. Primero enganchó un disparo en la frontal del área que ajustó al palo derecho de Munúa y después, ya en la reanudación, cuando Osasuna se sentía vencedor y el Levante comenzaba a sentir el yugo de la derrota, filtró un pase sobre la aparición de Nino. El atacante rojillo, al igual que sucedió en el encuentro en El Sadar, no se apiadó de su ex equipo.
No hay nada peor para los adversarios que se miden sobre el césped al Osasuna que ver como el bloque pamplonica se adelanta en el marcador. Como contrapartida, no hay nada más edificante para Osasuna que sentir las secuelas de un gol y ese efecto placentero y de refuerzo psicológico que produce. El grupo de Mendilibar se expresó sobre el Ciutat de València con convicción y sin pesadumbre. Fue un equipo fuerte, consistente en el centro del campo, y terriblemente disciplinado cuando adquiría el balón o cuando laborara para recuperarlo. Osasuna convirtió el campo en un auténtico jeroglífico para su oponente. En definitiva; imperó el sello que imprime a sus equipos un técnico de las características de Mendilibar. Además hay un sentido colectivo del trabajo que impera sobre cualquier otro aspecto.
Nadie mejor que Nino para confirmar esa filosofía. El atacante aparecía por toda la geografía del campo. Era el primer hombre que surgía para iniciar la presión sobre la salida del Levante. Y era la punta de lanza en las acometidas dispuestas en las inmediaciones de Munúa. Nino bajo un balón del cielo entre los gigantes centrales del Levante que golpeó con sutileza Raúl García desde el borde del área local para romper el partido. En la reanudación, aprovechó un despiste Fue un ataque en oleadas con dos puntos álgidos defensivo y una perfecta asistencia de Raúl García para rubricar la victoria. Nino y Raúl García se intercambiaron los papeles en los goles. No obstante, no bajo la guardia el Levante. Tampoco desapareció. Este equipo no está confeccionado para desertar aunque la coyuntura no sea la más óptima. No es un equipo atribulado. No se deja avasallar por los inconvenientes.
La raza y el orgullo de sus veteranos jugadores salen a relucir en este tipo de circunstancias. Tardó en metabolizar el gol de Raúl, pero durante aproximadamente una hora parecía que podía retornar al partido. Quizás, por la sucesión de encuentros durante la semana que muere, o quizás por la coraza de acero con la que se cubrió Osasuna, no tuvo el bloque blaugrana la efervescencia de jornadas precedentes. Fue un ataque con dos puntos álgidos en la fase final del primer acto y ya metidos en la reanudación. La batalla comenzó con una colada de Ghezzal por la banda izquierda que cabeceó Koné por encima de la portería de Andrés. Un remate de Ghezzal tropezó con la base del poste. A partir de ese instante comenzó la portentosa exhibición del cancerbero foráneo.
Andrés puso los puños recios para rechazar un potente disparo de un atacante granota, pero lo mejor de su repertorio, para frustración y total desesperación del levantinismo congregado en el feudo de Orriols, llegó en la segunda fase. Le costó al equipo recobrar ese espíritu de avalancha que empequeñeció a Osasuna cuando el cronómetro cercaba el minuto cuarenta y cinco. Xavi Torres remató en difícil escorzo y Andrés sacó una mano milagrosa a la base del poste. Fue una acción que justifica el ascendente del arquero en la escuadra rojilla. El rechace, que cayó a los pies de Barkero, lo sacó con el torso. Minutos después desactivó a Koné. Andrés aguantó lo indecible ante la furia indómita que presenta el marfileño cuando se enfrenta al gol. Es posible que ahí acabara la efusividad azulgrana. Suele ocurrir en este tipo de circunstancias y con el encuentro avanzado que un equipo comience a sentirse vencedor y el otro comience a metabolizar la derrota. Con la confrontación en esa fase arribó la diana postrera de Nino.
Fuente: Redacción RCD y LevanteU.D
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