Adonde no ganó el F.C. Barcelona lo hizo el Levante que se reengancha a la victoria en 2012 después de atravesar por un auténtico desierto de resultados desoladores que parecía oscurecer el resplandor que había adquirido con anterioridad en la Liga BBVA. El hecho es realmente sintomático y acentúa la consistencia y la rocosidad que mostró el colectivo granota sobre el césped del Estadio de Cornellà-El Prat. El Levante se batió con la fiereza de un león malherido sobre el verde del coliseo espanyolistas sabedor que no se trata de un escenario propició para que los equipos forasteros ofrezcan lo mejor de sus argumentos futbolísticos. Ningún rival puede ir con menudencias en tan magnífico estadio. Lo comprobó en sus carnes el grupo de Juan Ignacio Martínez cuando Verdú y Kalu Uche conectaron en una acción puntual desde la estrategia. Parecía que el Levante podía desmoronarse y que el Espanyol estaba en condiciones de optimizar los minutos finales del encuentro después de una puesta en escena del Levante tan ejemplar como colectiva y solidaria durante los minutos que precedieron a la diana local. No obstante, apareció por el partido Rubén, desde las trincheras del banquillo, para rezar la plegaria del gol en el último suspiro con un nuevo zarpazo que permitió mutar, de manera radical, la suerte de la escuadra azulgrana.
Quizás el Levante alcanzó la victoria cuando mayor complejidad proponía la confrontación. El fútbol presenta estos misterios, pero Rubén anda sobrado de fe. El asturiano se enfrentó al desafío que significaba patear desde el costado derecho de la meta de Casilla conocedor de que el partido expiraba. Era la postera oprtunidad para la redención definitiva porque el Levante impusó su sello sobre el verde hasta el gol de Uche. Rubén Suárez, el hijo de Cundi, decidió darle con el alma y el balón, en su camino, chocó contra un defensor perico realizando un extraño que sorprendió al meta local. La imagen que provocó la diana era antitética según cada escuadra. Como antitético fue el partido desde su nacimiento. El Levante recuperó la imagen y la versión tensionada y solidaria que ofrecía en los primeros duelos de la competición cuando alcanzó una fama incuestionable. Por momentos no ofreció ningún tipo de concesión.
El grupo de Juan Ignacio volvió a ser ese equipo de estibadores del balón que no dan la más mínima tregua a sus oponentes. Su mirada era recia y fuerte. Una de sus virtudes fue alejar al Espanyol del partido. En cada futbolista parecía personificarse Marte, el dios de la Guerra. Fue el Levante un equipo repleto de practicidad sobre el campo. En ese sentido, Maquiavelo, el campeón del pragmatismo, hubiera estado orgulloso de su posicionamiento. El Levante se defendió desde un orden tan metódico como riguroso. El equipo ocupó con un sentido espacial y marcial cada metro del terreno de juego. Y cuando atravesaba la medular ponía en aprietos a su contrincante. La sociedad granota mezcló con sapiencia rigor en la contención y lucidez en las transiciones. El Espanyol no encontró respuestas al sentido que impuso el colectivo azulgrana. Ni tampoco alcanzó la luz para presentarse ante los dominios de Munúa. El Levante convirtió el pasto en un campo minado para su contrincante golpeando primero a su rival con el capítulo inicial en movimiento.
La acción se gestó en las botas de Barkero. Koné dibujó una diagonal que confundió a la defensa periquita. Por el flanco derecho surgió Valdo sin más presencias que su propia sombra. Barkero lo vio por el rabillo del ojo. El atacante controló el esférico y asaltó la meta de Casillas. El gol determinó un nuevo paisaje. El Levante adquirió fuste mientras que el Espanyol se ahogó. No hubo química entre los mediocampistas y los jugadores de ataque. La creación no conjugó con la finalización. De hecho, la portería de Munúa no atravesó por ningún momento de crisis. El Espanyol tocaba en horizontal ante la complacencia granota, pero no conseguía profundidad ni penetrar por los costados. Nada cambió en el segundo acto. El Levante coqueteaba con el gol emergiendo desde atrás con virulencia aunque estuvo faltó de serenidad en la última propuesta. La victoria no se escurrió aunque llegó cuando menos se aventuraba aunque esa hipótesis no es del todo cierta cuando Rubén pulula por el campo y tensa su pierna en jugadas a balón parado. En Cornellà-El Prat lo demostró rescatando una vez más al Levante.Fuente:LevanteU.D.
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