La eliminatoria que se resuelve este próximo jueves ante el Hannover guarda una estrecha relación con aquella que en su día puso al borde del precipicio al incipiente proyecto que iniciaba Juande Ramos. Tanto ese Sevilla como aquel ilusionaron en verano, pero se vieron arrastrados a una prematura final cuando apenas había comenzado la campaña. En 2005, ante el Mainz, un equipo bastante inferior en la teoría, lo que debería ser un paseo se convirtió en un verdadero ultimátum para aquel equipo que meses después lograría el triunfo épico de Eindhoven… Una sorprendente ida con empate a cero, convirtió la vuelta en un partido sin retorno en el que todo lo que no fuera ganar suponía una crisis de consecuencias inimaginables… Pero, en ese momento crucial, con el Sevilla contra las cuerdas, se reaccionó con un encuentro excepcional y una victoria sin paliativos. Kanouté se erigió en salvador con un doblete inolvidable, porque fueron sus dos primeros goles como sevillista… En aquel momento ni él ni nadie podía imaginar los que quedaban por llegar.
Llegaron muchas cosas, la mayoría buenas, pero casi seis años después, de nuevo un Sevilla nuevo afronta su primera prueba de fuego ante un contrincante alemán, un equipo, al igual que ese Mainz entrenado por el exitoso Jürgen Klopp, que también afronta su aventura europea como un hecho del todo extraordinario en el que deposita toda la ilusión y más. En aquella ocasión todo se resolvió en Alemania, en esta decide el Sánchez Pizjuán, que el jueves deberá ser un hervidero de pasión y, obviamente, también de sueños
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