LEVANTE U,D.Rubén mantiene el liderato del Levante (3-2)

Rubén fue el encargado de sumir a la totalidad de los moradores del Estadio Ciudad de Valencia en una sensación muy cercana al nirvana; a la felicidad más pura y absoluta con un zapatazo ganador desde unos cuarenta metros. Rubén fue como esos místicos que entraban en éxtasis tratando de propagar la fe porque evidentemente el suyo fue un acto de fe y de coraje. El cronómetro sobrepasaba el minuto noventa de la cita ante la Real Sociedad y, extrañamente según el desarrollo de la presente temporada, el marcador reflejaba una igualdad a dos tantos que parecía condenaba a pervivir. No quedaba excesivo tiempo. El asturiano aceptó el desafío que significa cerrar el partido pateando desde la larga distancia. Rubén realizó una ejecución que ha repetido en infinidad de ocasiones. Así que siguió un ritual conocido. Atrapó el balón en un íntimo movimiento de complicidad, lo plantó sobre el césped con sumo y sutil cuidado y lanzó de manera inmisericorde sobre la portería de Bravo. El cuero realizó un recorrido ganador aunque antes tuvo que superar distintos contratiempos y trabas. Primeramente, el esférico evitó a la barrera y después, como si tomara vida y tuviera la facultad de pensar, se arqueó ligeramente para colarse rozando la cepa del poste.

El Ciudad de Valencia enloqueció de placer y los jugadores granotas se arremolinaron alrededor de Rubén Suárez, un paradigma de futbolista recuperado para la disciplina del balompié desde que se acomodó la casaca azulgrana. El Levante mantiene la condición de líder de Primera División en un partido repleto de tensión y alternativas que parecía condenado a concluir en tablas, pero este liderato está bendecido. Y el Levante tocado por una varita mágica que le permite sobrevivir a cualquier fatalidad. No fue un partido sencillo. El paisaje cambió bruscamente en el minuto cuatro cuando Estrada desde el balcón del área alojó el balón en las mallas de la portería de Munúa. El encuentro adquiría una dimensión desconocida para el conjunto de Juan Ignacio Martínez. Desde ese momento, estaba obligado a mutar los caracteres que identificaron su juego en los duelos anteriores.


A partir de ese instante, estaba condenado a construir. No obstante, el gol realista desactivó los resortes de la memoria azulgrana y el equipo atravesó por un período repleto de convulsión. El larguero de la meta de Munúa se alió con los intereses azulgranas escupiendo un zurdazo de De La Bella y un remate de cabeza de Iñigo Martínez. Vela se convirtió en una auténtica pesadilla para la retaguardia blaugrana. Nano y Ballesteros pasaron un mal trago ante la movilidad del futbolista cedido por el Arsenal inglés. Vela capitalizó la mayoría de las acciones blanquiazules atacando a la defensa local desde cualquier parte de la geografía del ataque de la Real Sociedad. Vela consiguió la invisibilidad para aparecer de improviso generando pavor. Por momentos, neutralizar al mexicano se convirtió en una misión casi imposible.

Sin embargo, el Levante no se suele derrumbar. No parece estar programado para claudicar ni en las situaciones más desventuradas. El equipo comenzó a emitir señales de vida. La vuelta coincidió con una articulada jugada entre Venta y Koné que concluyó con una dejaba del atacante marfileño que empaló Barkero y repelió con notable seguridad Bravo. El partido estaba abierto porque la Real una vez atajadas las aproximaciones del Levante salía desde atrás con virulencia. Munúa no se convirtió en un actor secundario. Y en la segunda mitad tuvo que emplearse a fondo ante la presencia turbadora de Vela. No obstante, el Levante en apenas unos minutos volteó el enfrentamiento. Nano atrapó en el interior del área de Bravo un balón sin identificar. Su aventura finalizó con éxito y con una dosis extra de fortuna.

Nano se revolvió y lanzó un disparo que tocó en la bota de un defensor dibujando una parábola mortal para el meta chileno. Y sin tiempo material para digerir el gol de defensor, Barkero templó un centro que Valdo, emulando a la estirpe de los grandes cabeceadores, atacó con fiereza para orientar el esférico hacia el palo derecho. El Levante volvía a ser mortal en las proximidades del arco rival como sucedió ante el Málaga y Villarreal. Es evidente que el gol no es un misterio para el Levante. Ni para los integrantes de la mediapunta. Hay una paridad casi absoluta en el número de goles logrados por los integrantes de este espacio. La cuestión no es nimia porque refleja que el Levante no depende de la inspiración de un único goleador. Hay que celebrar esta noticia.

La escuadra de Jim había logrado variar la naturaleza de la cita. Y el grupo se encuentra cómodo en ese tipo de situaciones que le permite defender la integridad de Munúa con un orden casi academicista y emprender una huida hacia adelante, a la velocidad del sonido, para llegar al otro extremo del campo empleando el menor tiempo posible. El partido estaba para cumplimentar definitivamente esa tendencia aunque nadie esperaba a Iñigo Martínez. El donostiarra recogió un rechace fuera del área que rasgó la meta local. Todo parecía decidido, pero Rubén Suárez no había saltado al campo para convertirse en un actor de reparto. Así que decidió dejar su huella y su impronta con una ejecución memorable de una falta directa que convulsionó los corazones granotas.

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