El Real Madrid regresará el próximo domingo a las 20:00 horas al césped del Estadio Ciudad de Valencia para competir con el Levante en el marco de la Primera División. Sobre el tapete verde le espera Valdo con un fusil que va cargado de recuerdos en forma de goles obtenidos sobre la meta defendida por Casillas. El fútbol es así de caprichoso en sus manifestaciones. El sistema nervioso de Valdo suele agitarse enormemente cuando enfrente se sitúa la gigante figura del meta titular de la Selección Española. El hecho se ha repetido en varias ocasiones en el currículum del atacante que, en fechas cercanas, estrenó su condición de internacional Absoluto con la Selección de Cabo Verde. Valdo ha sido capaz de ejecutar al todopoderoso Real Madrid hasta en tres ocasiones defendiendo las elásticas de Osasuna de Pamplona y Espanyol.
El futbolista leonés, formado para la causa del fútbol en la sala de máquinas de la antigua Ciudad Deportiva de la escuadra que hoy preside Florentino Pérez, acaudilló una de las victorias más reseñables y emblemáticas de la historia de Osasuna. Enfrente se encontraba el Real Madrid de Zidane, Beckham, Raúl, Roberto Carlos o Ronaldo; es decir el Real Madrid de los Galácticos. Aconteció el once de abril de abril de 2004. En aquel ejercicio liguero el tradicional chupinazo, signo inequívoco de la apertura de las fiestas en honor a San Fermín, se anticipó en el tiempo. No tardó en exceso Valdo en romper el signo del partido y en helar los ánimos del Estadio Santiago Bernabéu. El atacante, con una sobredosis extra de sangre fría, recibió un balón en el corazón del área blanca que cambió de dirección para alojar en el arco de Casillas.
Aquel gol fue el principio de una victoria estratosférica certificada con las dianas de Pablo García, con una sutil y milimétrica vaselina, y un cabezazo de Moha, un futbolista con pasado en las filas del club de Orriols a principios del tercer milenio, precedido por una letal acción protagonizada por Valdo. Aquella hazaña parecía dibujar una línea del tiempo que establecía un puente entre el presente y los sucesos ocurridos en los primeros noventa cuando Jan Urban bailó un vals en el Estadio Santiago Bernabéu. El Real Madrid ejercía de nexo de unión. El espíritu del delantero polaco lo rescató Valdo en una noche coral en el ámbito personal y colectivo. Instalado en la banda derecha, se convirtió en una auténtica pesadilla para Roberto Carlos. Fue un martillo percutor por la orilla diestra del juego navarro. El gol y la eléctrica interpretación que precedió a la diana de Moha, confundiendo a Roberto Carlos, ejemplificaron el ascendente que adquirió en un choque de resonancias bíblicas para la sociedad pamplonica.
La victoria descabalgó de la cima de la tabla a un equipo que evidenciaba atravesar por una grave crisis de identidad y de juego. No es la única muesca en su expediente. Valdo maquilló el triunfo madridista en una tarde efervescente de Van Nistelrooy en el feudo de El Sadar (1-4) y tras permutar la elástica rojilla por la casaca blanquiazul del Espanyol hizo soñar a todos los estamentos del espanyolismo con la conquista de un triunfo en la capital de España que finalmente se marchitó tras los tantos de Higuaín y Raúl. Muchos años después de salir de la casa blanca, Valdo vuelve a enfrentarse a sus orígenes. En el presente curso, asentado en el Levante, defiende la condición de titular en los dos duelos disputados frente al Getafe y Real Racing Club. En el Coliseo Alfonso Pérez ejerció de referencia en el eje del ataque para buscar refugio en la banda derecha en El Sardinero.
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