FUTBOL:LEVANTE UD:Tarde de pasión en el feudo de Orriols (3-2)

Espacio y tiempo eran dos variables, que concatenadas, parecían ir en contra de los intereses del Levante en la primera media hora de juego. Tejera torturaba la psique de los jugadores azulgranas después de conectar sin apenas oposición desde el borde del área. Era el segundo gol perico; un auténtico lastre. Espacio y tiempo, entrelazados, aparecían como dos magnitudes que parecían dinamizar al Levante en su cruzada por cambiar el destino de un partido que había nacido torcido. Era la segunda mitad de la confrontación y Juanlu y Lell  habían salido al rescate de la escuadra de Juan Ignacio en un minuto mágico e imponente. El duelo entraba en una nueva dimensión. Espacio y tiempo son dos magnitudes adscritas a la física, pero no hay leyes físicas, ni lógica posible que impere en el escenario de Orriols, un feudo abonado a las emociones fuertes en los últimos tiempos, máxime si surgen unos jugadores de una fe y unos fundamentos inquebrantables como demostró el Levante con argumentos en el capítulo decisivo del enfrentamiento ante el Espanyol. Coadyuvó Juan Ignacio Martínez desde las catacumbas del banquillo con una interesante variación táctica. Su lectura fue diáfana y conmocionó el desarrolló de un envite que parecía innegociable para el propietario de Orriols.
El proceso de reconversión de Barkero en mediocentro fue definitivo y la aparición de Michel ofreció una luminosidad incandescente de la que adoleció el bloque con anterioridad a la catarsis que ofreció. La imagen del final del partido denunciaba la heroicidad de la victoria conquistada. Las lágrimas del eterno Juanfran sobre el verde conjugaban con la pasión desbordaba que contagió a la totalidad de la grada del coliseo azulgrana. Todas esas muestras de éxtasis colectivo estaban más que justificadas. El Levante recondujo una confrontación envenenada aunque para ello tuvo que viajar hasta los infiernos para proyectarse hacia el reino de los cielos. Así fue el partido, de dos caras enfrentadas. Longo aprovechó un balón, que rebotó previamente en Diop, para ajusticiar a Munúa.
Sin tiempo material para retomar el aliento los jugadores granotas volvían a la medular para poner el esférico en juego. En esta ocasión, fue Tejera el propietario de un notable gol. El jugador foráneo aprovechó un balón perdido en las inmediaciones del área granota para lanzar una rosca terminal. El Levante no encontraba respuestas para enarbolar su juego. Parecía un equipo de mirada huidiza dispuesto sobre un campo repleto de minas. No había atisbo de profundidad, ni acometidas vertiginosas, ni sentido colectivo. Verdú se bastaba para ejercer de coronel en la medular. Su innata calidad y la visión del juego que presenta se convertían en una seria amenaza para la supervivencia de un Levante de juego anoréxico. El Espanyol hacia de la pradera de Orriols un espacio para su uso y disfrute. Resguardado su cuartel invernal, el arco defendido por C. Álvarez, no cesaba en su empeño por dinamitar la meta de Munúa.
La sintomatología del partido era del todo adversa, pero este Levante no claudicó, ni cejó en su empeño por regresar aunque para lograr este cometido tenga de retar a la lógica. El paso por el vestuario ejerció un magnetismo especial sobre el grupo. El bloque salió al terreno de juego con efervescencia. Nadie mejor que Juanlu si se trata de tirar de casta y metes dos quintales de pasión en el verde. Con Barkero en la sala de máquinas y Michel unos metros por delante, el Levante quizás necesitaba una caricia para recuperar la autoestima y para saber que contaba con argumentos para discutirle el partido al Espanyol. Los hechos se desencadenaron con una extrema celeridad. Un obús de Juanlu se clavó en la escuadra perica.  Una aventura de Lell por el interior del área españolista acabó con el cuero al fondo de las mallas. Una décima de segundo había cambiado el paisaje del encuentro. Es evidente que hay instante con un innegable poder para mudar los acontecimientos.
El Levante adquirió mayor fluidez en la circulación del balón y profundidad por los costados. Su eje de rotación estaba más ajustado. Su fútbol era más ortodoxo y ordenado. No obstante, el colectivo tuvo que afrontar los minutos últimos con uno menos tras la expulsión de Iborra. Este contratiempo no repercutió en la moral de los jugadores granotas. El equipo siguió fiel a las coordenadas que había marcado. El gol definitivo arribó tras una arrancada de Michel. El mediapunta inició una escalada sorteando todos los obstáculos que iban saliendo a su paso. Michel buscó la entrada de Ángel al primer palo, pero el balón chocó con la pierna de un defensor blanquiazul y acabó entrando en la portería de Cristian Álvarez iluminando a la grada de Orriols.  
Levante: Munúa; Lell, Ballesteros, Rodas, Juanfran; El Zhar (Rubén, m. 80), Diop (Míchel, m. 46), Iborra, Juanlu; Barkero; y Gekas (Ángel, m. 80
Espanyol: C. Álvarez; Javi López, Forlín, Raúl Rodríguez, Capdevila; Rui Fonte, Víctor Sánchez, Tejera (H. Moreno, 76), Wakaso (Simão, m. 51); Verdú (Stuani, m. 57); y Longo.
Goles: 0-1. M. 21. Longo. 0-2. M. 25. Tejera. 1-2. M. 55. Juanlu. 2-2. M. 56. Lell. 3-2. M. 93. Míchel, tras choca el balón en un defensa.
Árbitro: Teixeira Vitienes. Expulsó a Iborra (m. 81) por doble amarilla. Amonestó a Wakaso, Diop, Víctor Sánchez, Capdevila, Rui Fonte, C. Álvarez, Juanfran, Tejera y Munúa.
Fuente:Levante UD

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